Por “algún extraño motivo” estos días he recuperado el contacto con varios amigos de mi ciudad y entre risas en las conversaciones nos dimos cuenta de algo que no habíamos notado antes: Como la dedicación del Templo será el fin de toda una era para nosotros.
En unos pocos meses nuestros padres e hijos tendrán algo que nunca imaginamos, un templo en nuestra ciudad. Será una gran bendición sin duda, pero al mismo tiempo, cierra una etapa muy especial de aventuras, viajes y sacrificios para visitar el templo de Santiago, creo que todos tenemos un recuerdo de esos, intentaremos recuperar aunque sea en algo, la historia oral de esas peregrinaciones.
La bicicleta azul
Fue mi tío René el que me la regaló: una bicicleta Caloi Azul con respaldo. Mi padre había muerto cuando era solo un niño y siempre vivimos con lo justo así que ni soñar con una bicicleta, pero fue mi tío quien me dio el mejor regalo navideño que uno se pudiese imaginar: Mi Caloi Azul.
Un par de años después fue cuando un amigo me habló de los misioneros. Quise conocerlos, tome las charlas y me bautice con ellos. Por muchos años fui el único mormón por cualquiera de las ramas de mi familia. Ya tenía 15 años cuando unos meses antes de las vacaciones de invierno mi estaca organizó un viaje al Templo de Santiago y luego de pedirle permiso a mi mamá decidí que quería también poder asistir.
El viaje costaba 15 mil pesos, mi mama me dio un poquito de plata y yo tenía ahorrado un poquito más, pero con eso no hacía ni 3 mil. Pero yo quería ir al templo, las hermanas de la rama siempre me hablaban de lo importante y especial que era poder asistir, así que comencé a buscar la forma de como hacerlo.
Lamentablemente las matemáticas son duras y por más ganas que tuviera, cuando los números no calzan es poco lo que se puede hacer, así que me puse a hacer trabajitos y cosas así pero rápidamente me di cuenta que nunca lograría juntar el dinero antes del viaje. Fue cuando iba en mi bici a seminario el momento en que me di cuenta lo que tenía que hacer, por sacrificios se dan bendiciones, no?.
Me dieron 8 mil pesos por ella, la compro el papá de un amigo que era negociante, la bici tenía ya unos años y bueno, esta era una emergencia y en las emergencias uno siempre pierde, nunca me iban a dar más dinero. Lo junte con mis ahorros y la plata de unos trabajos y finalmente unos hermanos de la iglesia me dieron el resto que faltaba para completar los 15 mil pesos, podía ir al templo.
Todos los que somos de Concepción y tenemos ya unos años recordamos esos viajes. Actualmente uno llega a Santiago en 5 horas en cómodos y veloces buses si es que no decide tomar un avión. 20 o 30 años atrás la historia era bien diferente.
La plata alcanzó para que la Estaca arrendara dos buses, uno era un bus interprovincial normal, con calefacción y tele, pero para el segundo bus el dinero solo alcanzo para uno de esos buses que hacían recorridos para el campo: Los buses rurales de Vega Monumental – Quillón-Bulnes, con taza de baño tipo casa incluido!
Ahora que lo recuerdo era chistoso: ruidoso, feo y destartalado pero al menos con un baño que se sentía familiar. Y así fue como comenzó la aventura hacia Santiago un viernes por la tarde. A ese bus nos mandaron a los jóvenes de nuestra estaca y nos acompañaron algunas hermanitas, la mayoría mayores, gente de escasos recursos que nos dieron el cariño de nuestras propias madres. Yo me fui con una mujer muy especial, solo después de volver del templo me enteré que ella era la esposa del presidente de la estaca. No le gustaba figurar ni nada de eso. Fuimos hablando y ella me enseñó mucho acerca de lo que era el templo y de que los primeros mormones murieron con su cara mirando hacia Sión. Nunca olvidare eso.
En el bus las hermanas nos dieron sopaipillas, calzones rotos (un clásico dulce chileno) con azúcar flor, queques, alfajores y cuanta cosa se les ocurra. Ni pensar en comprar bebidas gaseosas o papas fritas de bolsa o tarro. Todo era artesanal hecho por nosotros mismos.
En Talca paramos a comer y salieron a la batalla los pollos asados con ensalada rusa y arroz primavera. Huevos duros, tomates con sal y termos con Milo y Ecco complementaban la cena. Una vez nutridos continuamos nuestro viaje a Santiago. No habían carreteras de alta velocidad, dobles vías ni vías express. Todo era lento. Pero el viaje se hacía bonito. Cantábamos himnos, hacíamos chistes y las hermanas nos vigilaban atentamente para que no nos sentasemos con las mujeres jóvenes en el viaje. Todo estaba delimitado pero todo era inocencia, hacíamos caso en todo, éramos felices.
Una vez en el templo todo fue especial. Hicimos nuestras ordenanzas y conocí eso de lo que tanto hablaban. De todo lo que más rescato era la peregrinación. Viajar tantas horas para estar solo un par de ellas en ese lugar aun me parece un sueño. Mis hijos posiblemente nunca conocerán esto. Nuestro templo está cerca de su apertura, podemos verlo cada día cuando pasamos frente a él en el microbus, está allí, al alcance de la mano. Siempre tendremos que hacer cosas para ir, pero en alguna medida el sacrificio será diferente.
Ya no habrá el peregrinar polvoriento ni se inmolaran bicicletas en los altares de la fe. Siempre he pensado que luego de venderla jamás volví a tener otra. Quizás sea por lo mismo. Hay una escritura muy bonita que dice lo siguiente en segunda de Samuel 24: 24
“No, sino que por precio te lo compraré, porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada”
Fue así como se escribió la fe sencilla de los miembros de la iglesia. Cada alfajor o calzón roto que me regalaron esa vez aún me saben dulces así como los recuerdos que tengo de aquel viaje al templo 30 años atrás.
Simplemente puedo decir que es una gran linda historia. Me ha conmovido, he sentido lo que hay que sentir y he pensado lo que hay que pensar. Me invita a mirar con humildad cada cosa y cada propósito.
Espero poder escribir para los míos algo así de inspirador cuando se termine de construir el Templo de Quito en Ecuador. (Estamos a la espera de que comience la construcción).
Saludos desde La Mitad del Mundo
Tu historia corrobora lo que muchos miembros de la Iglesia comentan que esta ya no es la Iglesia que José Smith restauró, esto es otra cosa, una rama o departamento de la Corporación COPIJSUD
no entendi
Tú como miembro haces que la “Iglesia que José Smith restauró” siga siendo la misma. Si bie, una chispa (minúscula parte del fuego) ocasionaría una gran fuego, es decir que, la maldad y el error no necesitan de mucho para causar estragos o malestares. Recuerda siempre que la gente buena y correcta es mayoría. La historia que contó Admin estoy seguro que no fue para hablar de las “chispas” sino de las cosas buenas que tienen las historias de sacrificio de la gente noble para lograr los santos cometidos y los sanos propósitos. No podemos incomodarnos por la Corporación ¿por qué estigmatizarla?. Como escribió Machado y lo canta Serrat “…se hace camino al andar.”
Camina con lo que has aprendido, con lo que has sentido, con lo que te ha llegado por inspiración y podrás neutralizar no sin esfuerzo cualquier cosa de cualquier corporación o de líderes que se han apartado de la que restauró el Profeta.
Que te vaya muy bien.
Gracias Admin! que buen relato de lo que antes le llamábamos en Lima-Perú “Las Caravanas al Templo”
Admi, ¡no entiendo cómo Asuntos Públicos no le ha contactado para publicar esta maravillosa historia!
Ojo eso sí, porque andan perseguidos y revisando computadores. En caso que lo entrevisten tenga cuidado, porque puede que le tergiversen lo que diga en la entrevista y salga publicada otra cosa. Saludos desde Providencia.
Lo mas bonito que he leido hoy
Gracias amigo Chileno por esa conmovedora historia. se me hicieron agüita los ojos,
No sé si será porque uno estaba recién llegado a la Iglesia y no entendía mucho, que veía todo distinto.
A principio de los 90, conocí la Iglesia en la estaca San Miguel, fue una excelente época, ir al templo antiguo de Providencia, a realizar bautismos por Los muertos era todo un suceso.
Siempre oía de los hermanos que con tanto sacrificio venían de todo el país, siendo los de la capital los con más baja asistencia y dedicación.
Muy linda tu historia abrazo fraterno.