En mayo de 2005, cuando hablé en esta charla fogonera del SEI, me referí al hecho de salir en pareja con alguien del sexo opuesto en vez de estar juntos para pasar el rato. Eso causó tantas reacciones que creo que voy a analizar nuevamente el asunto antes de dedicarme de lleno al tema principal de esta noche.
Para beneficio de quienes no han oído acerca de ello, y para refrescar la memoria de quienes sí lo oyeron, voy a dar un breve resumen de mi mensaje anterior.
Primero: Me uní a otras personas que también habían expresado preocupación por la tendencia que tiene mucha gente joven, de más de veinte años, de posponer las responsabilidades matrimoniales y la vida familiar.
Segundo: Compartí la opinión de observadores bien informados que indican que las salidas en pareja casi han desaparecido de los campus universitarios y entre los jóvenes mayores en general, y han sido reemplazadas por algo que llaman “juntarse para pasar el rato”. Definí lo que es juntarse para pasar el rato y lo que es salir en pareja para el beneficio de quienes no comprendieran lo que significa ni lo uno ni lo otro. Una de las cartas que recibí después de mi discurso —que creo que era de una hermana de aquí de Idaho— proporcionó una definición nueva y mejor. El juntarse para pasar el rato, dijo ella, es “estar ocioso en grupo”.
Tercero: Analicé por qué el salir en pareja se había convertido en algo tan complicado y poco popular.
Luego di el siguiente consejo, que cito de ese discurso:
“Muchachos: si han regresado de la misión y todavía siguen el modelo de salidas que se les aconsejó que siguieran cuando tenían [16] años, es tiempo de que crezcan, sean valientes y busquen a alguien para conocerse mejor y salir juntos. Comiencen con diferentes salidas y con diferentes jóvenes y cuando vean que esa fase fructifica en una buena perspectiva, sigan con el cortejo y el noviazgo. Es hora de contraer matrimonio. Eso es lo que el Señor quiere para Sus hijos e hijas jóvenes mayores. Los hombres tienen la iniciativa, y deben empezar a salir en citas. Si no saben lo que es salir en pareja, quizás esta definición les ayude. La oí de mi nieta de 18 años. Una “salida en pareja” debe pasar la prueba de las tres P. (1) se planea con anticipación, (2) se paga por ella y (3) se hace en pareja.
“Jovencitas, resístanse a juntarse demasiado para pasar el rato y fomenten las salidas en pareja que sean sencillas, no costosas y frecuentes. No hagan que sea fácil para los hombres pasar el rato en lugares en los que ustedes proporcionan la comida. No apoyen a los aprovechadores. Una actividad de grupo de vez en cuando está bien, pero cuando ustedes vean muchachos cuya principal interacción con el sexo opuesto es juntarse para pasar el rato, creo que deben ponerle candado a la despensa y cerrar la puerta.
“Si lo hacen, entonces también deberían colgar un cartel que diga: “Abierto para salidas en pareja”, o algo por el estilo. Jovencitas… si persuadimos a los hombres a pedir a las jóvenes a salir en pareja más frecuentemente, debemos establecer una expectativa mutua de que salir en pareja no implica un compromiso continuo…
“Mis queridos jóvenes solteros: les aconsejamos que canalicen su asociación con el sexo opuesto siguiendo el modelo de salidas en pareja que tengan el potencial de llegar a madurar hasta el matrimonio, y no siguiendo modelos de juntarse para pasar el rato, que sólo tienen la posibilidad de llegar a desarrollarse en un deporte de equipo, tal como el vóleibol. El matrimonio no es una actividad de grupo, no por lo menos hasta que los hijos llegan en gran cantidad” (La dedicación de toda una vida [charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 1º de mayo de 2005], pág. 6).
Y bien, ése es el fin de las citas de mi discurso de hace dos años y medio.
¿Qué sucedió después? Recibí algunas cartas de agradecimiento, la mayoría de chicas. “Usted tiene razón”, dijeron muchas. Algunas de ellas estuvieron de acuerdo en lo que una de ellas llamó “la lamentable situación de las salidas en pareja… en el mundo de solteros en general”. Algunos hombres se quejaron de que las mujeres los había rechazado cuando les pidieron salir con ellos o de que era la mujer la que no estaba dispuesta a adquirir compromisos familiares.
Una carta decía que “muchos jóvenes adultos solteros de la Iglesia se sentían frustrados con la cultura de ‘juntarse para pasar el rato’… pero se sentían incapaces de cambiar por sí solos todo el sistema”. Esa hermana me agradeció por poner en cada uno de nosotros “la responsabilidad personal de actuar”, y añadió que había encontrado algunas formas en las que ella podía “evitar fomentar el juntarse para pasar el rato y, en cambio, promover la cultura de salir en pareja”. Como ejemplo, otra carta (una de mis preferidas) tenía la fotografía de un cartel que había en la puerta de su apartamento que decía: “¡Se abrirá para salidas en pareja!”.
Otra mujer me contó que su hermana se casó con un hombre que conoció en una de esas reuniones para pasar el rato. Ninguno de los dos había salido mucho en pareja, por lo que ninguno de los dos había aprendido a estar en pareja en un ambiente social. Ahora el matrimonio se encontraba en problemas ya que cada cual seguía juntándose para pasar el rato en forma separada, él con sus amigos y ella con las suyas.
El tiempo no me permite seguir repasando más de esas cartas, pero voy a hablar de una más porque posiblemente represente experiencias típicas. Esta carta me llegó alrededor de un año después de mi discurso. La firmaba una pareja que me agradecía por su feliz matrimonio. Me contaron que ambos habían estado cursando estudios de posgrado y que se habían hecho amigos en un barrio de solteros. Él le pidió a ella si quería salir en pareja para divertirse y conocerse, pero después de pensarlo por algunos días ella le contestó que no estaba interesada.
Pasaron algunos meses y fue entonces que mi discurso de la charla fogonera proporcionó algunos ímpetus necesarios. Ellos escribieron: “Durante la charla fogonera, usted indicó que ‘parte de ello implica el evitar dar la impresión de que una salida en pareja es algo muy serio. Si persuadimos a los jóvenes a salir en pareja más frecuentemente, debemos establecer una expectativa mutua de que salir en pareja no implica un compromiso continuo’.
“Inmediatamente después de la charla fogonera”, continúa la carta: “[ella] se acercó a [él] y le preguntó si podían hablar”. Le dijo que había reconsiderado la idea de salir en pareja y que si él todavía estaba interesado en hacerlo, ella estaba dispuesta. “Todavía nos faltaba mucho para conocernos”, escribieron, “y había muchas cosas que teníamos que cambiar. Nos casamos en mayo del año siguiente en el Templo de Washington, D.C. Su claro y directo consejo nos ayudó a darnos cuenta de que el salir en pareja es una oportunidad de conocerse mejor y no de crear un compromiso inmediato que lleve a una relación por largo tiempo o al matrimonio”. ¡Así es!
Como dije en mi discurso: “Las salidas en pareja, sencillas y frecuentes, permiten tanto al hombre como a la mujer conocer a más personas y por lo tanto evaluar más a fondo a los futuros pretendientes. Las salidas chapadas a la antigua eran un magnífico modo de llegar a conocer a alguien del sexo opuesto, ya que fomentaban la conversación y permitían ver cómo uno trataba a los demás y cómo lo trataban a uno en situaciones en que sólo estaban los dos. Daban también la oportunidad de aprender a iniciar y sostener una relación madura. Nada de eso sucede cuando se juntan para pasar el rato” (La dedicación de toda una vida, pág. 5).
Para beneficio de quienes no han oído acerca de ello, y para refrescar la memoria de quienes sí lo oyeron, voy a dar un breve resumen de mi mensaje anterior.
Primero: Me uní a otras personas que también habían expresado preocupación por la tendencia que tiene mucha gente joven, de más de veinte años, de posponer las responsabilidades matrimoniales y la vida familiar.
Segundo: Compartí la opinión de observadores bien informados que indican que las salidas en pareja casi han desaparecido de los campus universitarios y entre los jóvenes mayores en general, y han sido reemplazadas por algo que llaman “juntarse para pasar el rato”. Definí lo que es juntarse para pasar el rato y lo que es salir en pareja para el beneficio de quienes no comprendieran lo que significa ni lo uno ni lo otro. Una de las cartas que recibí después de mi discurso —que creo que era de una hermana de aquí de Idaho— proporcionó una definición nueva y mejor. El juntarse para pasar el rato, dijo ella, es “estar ocioso en grupo”.
Tercero: Analicé por qué el salir en pareja se había convertido en algo tan complicado y poco popular.
Luego di el siguiente consejo, que cito de ese discurso:
“Muchachos: si han regresado de la misión y todavía siguen el modelo de salidas que se les aconsejó que siguieran cuando tenían [16] años, es tiempo de que crezcan, sean valientes y busquen a alguien para conocerse mejor y salir juntos. Comiencen con diferentes salidas y con diferentes jóvenes y cuando vean que esa fase fructifica en una buena perspectiva, sigan con el cortejo y el noviazgo. Es hora de contraer matrimonio. Eso es lo que el Señor quiere para Sus hijos e hijas jóvenes mayores. Los hombres tienen la iniciativa, y deben empezar a salir en citas. Si no saben lo que es salir en pareja, quizás esta definición les ayude. La oí de mi nieta de 18 años. Una “salida en pareja” debe pasar la prueba de las tres P. (1) se planea con anticipación, (2) se paga por ella y (3) se hace en pareja.
“Jovencitas, resístanse a juntarse demasiado para pasar el rato y fomenten las salidas en pareja que sean sencillas, no costosas y frecuentes. No hagan que sea fácil para los hombres pasar el rato en lugares en los que ustedes proporcionan la comida. No apoyen a los aprovechadores. Una actividad de grupo de vez en cuando está bien, pero cuando ustedes vean muchachos cuya principal interacción con el sexo opuesto es juntarse para pasar el rato, creo que deben ponerle candado a la despensa y cerrar la puerta.
“Si lo hacen, entonces también deberían colgar un cartel que diga: “Abierto para salidas en pareja”, o algo por el estilo. Jovencitas… si persuadimos a los hombres a pedir a las jóvenes a salir en pareja más frecuentemente, debemos establecer una expectativa mutua de que salir en pareja no implica un compromiso continuo…
“Mis queridos jóvenes solteros: les aconsejamos que canalicen su asociación con el sexo opuesto siguiendo el modelo de salidas en pareja que tengan el potencial de llegar a madurar hasta el matrimonio, y no siguiendo modelos de juntarse para pasar el rato, que sólo tienen la posibilidad de llegar a desarrollarse en un deporte de equipo, tal como el vóleibol. El matrimonio no es una actividad de grupo, no por lo menos hasta que los hijos llegan en gran cantidad” (La dedicación de toda una vida [charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 1º de mayo de 2005], pág. 6).
Y bien, ése es el fin de las citas de mi discurso de hace dos años y medio.
¿Qué sucedió después? Recibí algunas cartas de agradecimiento, la mayoría de chicas. “Usted tiene razón”, dijeron muchas. Algunas de ellas estuvieron de acuerdo en lo que una de ellas llamó “la lamentable situación de las salidas en pareja… en el mundo de solteros en general”. Algunos hombres se quejaron de que las mujeres los había rechazado cuando les pidieron salir con ellos o de que era la mujer la que no estaba dispuesta a adquirir compromisos familiares.
Una carta decía que “muchos jóvenes adultos solteros de la Iglesia se sentían frustrados con la cultura de ‘juntarse para pasar el rato’… pero se sentían incapaces de cambiar por sí solos todo el sistema”. Esa hermana me agradeció por poner en cada uno de nosotros “la responsabilidad personal de actuar”, y añadió que había encontrado algunas formas en las que ella podía “evitar fomentar el juntarse para pasar el rato y, en cambio, promover la cultura de salir en pareja”. Como ejemplo, otra carta (una de mis preferidas) tenía la fotografía de un cartel que había en la puerta de su apartamento que decía: “¡Se abrirá para salidas en pareja!”.
Otra mujer me contó que su hermana se casó con un hombre que conoció en una de esas reuniones para pasar el rato. Ninguno de los dos había salido mucho en pareja, por lo que ninguno de los dos había aprendido a estar en pareja en un ambiente social. Ahora el matrimonio se encontraba en problemas ya que cada cual seguía juntándose para pasar el rato en forma separada, él con sus amigos y ella con las suyas.
El tiempo no me permite seguir repasando más de esas cartas, pero voy a hablar de una más porque posiblemente represente experiencias típicas. Esta carta me llegó alrededor de un año después de mi discurso. La firmaba una pareja que me agradecía por su feliz matrimonio. Me contaron que ambos habían estado cursando estudios de posgrado y que se habían hecho amigos en un barrio de solteros. Él le pidió a ella si quería salir en pareja para divertirse y conocerse, pero después de pensarlo por algunos días ella le contestó que no estaba interesada.
Pasaron algunos meses y fue entonces que mi discurso de la charla fogonera proporcionó algunos ímpetus necesarios. Ellos escribieron: “Durante la charla fogonera, usted indicó que ‘parte de ello implica el evitar dar la impresión de que una salida en pareja es algo muy serio. Si persuadimos a los jóvenes a salir en pareja más frecuentemente, debemos establecer una expectativa mutua de que salir en pareja no implica un compromiso continuo’.
“Inmediatamente después de la charla fogonera”, continúa la carta: “[ella] se acercó a [él] y le preguntó si podían hablar”. Le dijo que había reconsiderado la idea de salir en pareja y que si él todavía estaba interesado en hacerlo, ella estaba dispuesta. “Todavía nos faltaba mucho para conocernos”, escribieron, “y había muchas cosas que teníamos que cambiar. Nos casamos en mayo del año siguiente en el Templo de Washington, D.C. Su claro y directo consejo nos ayudó a darnos cuenta de que el salir en pareja es una oportunidad de conocerse mejor y no de crear un compromiso inmediato que lleve a una relación por largo tiempo o al matrimonio”. ¡Así es!
Como dije en mi discurso: “Las salidas en pareja, sencillas y frecuentes, permiten tanto al hombre como a la mujer conocer a más personas y por lo tanto evaluar más a fondo a los futuros pretendientes. Las salidas chapadas a la antigua eran un magnífico modo de llegar a conocer a alguien del sexo opuesto, ya que fomentaban la conversación y permitían ver cómo uno trataba a los demás y cómo lo trataban a uno en situaciones en que sólo estaban los dos. Daban también la oportunidad de aprender a iniciar y sostener una relación madura. Nada de eso sucede cuando se juntan para pasar el rato” (La dedicación de toda una vida, pág. 5).
Élder Dallin H. Oaks
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Del Quórum de los Doce Apóstoles
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