La Honradez

LA HONRADEZ

Por el presidente David 0. McKay

Rebuscando en Liahona antiguas (1967) encontré este articulo que me pareció interesante por la forma en como expone la honradez.

JESÚS el Cristo vivió una vida de verdad, y a pesar de ello, ciertas personas lo llamaron idealista, lo acusaron de ser un

soñador, un asceta, y otros epítetos por el estilo, pero nadie nunca ha dicho que Cristo, el Redentor, fuera deshonesto o falso. Su vida toda fue un ejemplo de honradez, honor y rectitud.

Se asoció con hombres que también eran honestos, cuyos corazones eran puros y sin engaño. Observad cuan rápidamente vio la pureza y la bondad de Natanael: “He aquí ” dijo “un verdadero israelita, en quien no hay engaño.”

(Juan 1:47.) Sus almas se atraían entre sí, como dos gotas de rocío se juntarían en una flor. De la misma manera, la pureza de Cristo pareció absorber, atraer la pureza de Natanael, que era honesto y justo, como debe serlo un seguidor de Cristo. Un hombre que esté libre de engaños, jamás podrá ser deshonesto. Ningún hombre decente puede rebajarse a embustes o fraudes, tratando de engañar a su hermano. La vida y las enseñanzas de Cristo siempre dieron testimonio de su verdad.

“Dios no anda por vías torcidas” En nuestros días, el Señor dijo por medio del profeta José Smith: Porque Dios no anda por vías torcidas, ni se vuelve a la derecha ni a la izquierda, ni se aparta él de lo que ha dicho, por lo tanto, sus sendas son rectas y su curso, un giro eterno. (Doc. y Con. 3:2.)

A los Santos de los Últimos Días, por ser la gente de Dios, el Señor ha declarado que una de sus creencias principales debe ser la honradez. Me regocijo al repetir nuestro décimo tercer Artículo de Fe:

Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer bien a todos los hombres; en verdad,
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16.) podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo. esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, bello, o de buena reputación o digno de alabanza, a esto aspiramos.

Probablemente no hay a manera más eficaz en que la verdad pueda ser testificada a todos los hombres, que los Santos de los Últimos Días mantengan y propicien la confianza de todo ser humano. Pero para poder lograrlo, deberemos ser honrados en todo sentido. Si somos contratistas, por ejemplo, y acordamos poner cierto material en la construcción de un determinado edificio, hagámoslo. Si aceptamos las estipulaciones de un contrato, cumplamos con lo que hemos

 

convenido. Quizás estas cosas se consideren como “detalles insignificantes”, pero son los “detalles” por los que nos juzgará la persona con la que estamos tratando.

Si prometemos llevar al mercado, papas de una determinada calidad, y así lo describimos, asegurémonos de que si se realiza una investigación, se podrá probar que hemos declarado la verdad. Me apenó mucho cuando en cierta oportunidad, escuché a un comerciante al por mayor, declarar que había abierto las bolsas de cierto producto traídas de una granja y encontrado cosas tales como piedras y tierra para completar el peso requerido. No pregunté cuál era la religión de dicho hombre, ni tampoco su nombre, pero estas cosas son deshonestas y ningún miembro de la Iglesia de Jesucristo debe rebajarse a tales tretas.

¿Cuan común es la falta de sinceridad? En el mundo actual, hay necesidad de que haya una enseña, un grupo que se destaque como ejemplo al mundo, por su honradez y tratos justos. No deseo condenar al mundo, pero para ilustrar lo que les digo, les daré la opinión de un caballero, Charles Edward Jefferson, autor de The Character of Jesús (El cará

cter de Jesús) . Refiriéndose a la falta de sinceridad del mundo, ha dicho: Y sin embargo, cuan común es la falta de sinceridad. ¡Qué falso es el mundo en que vivimos, lleno de malas mañas, deshonestidad y engaños de toda clase! La sociedad está maldecida con afectaciones, los negocios traspasados de deshonestidad, el mundo político repleto de duplicidad y embustes, hay fingimientos, falsedad y embaucamiento en todos la-dos. Unos emplean palabras grandes y difíciles que ni siquiera comprenden; otros proclaman conocimientos, que no tienen; algunos se pasean con vestimentas por las que no pueden pagar; la vida de muchísimos hombres y mujeres, es una colosal mentira. Decimos cosas que no creemos, expresamos emociones que no sentimos; elogiamos a gente que en el fondo condenamos; sonreímos a pesar de que hay un entrecejo en el corazón; decimos cumplidos cuando en nuestro interior estamos maldiciendo, esforzándonos una y mil veces en la semana para hacer que la gente crea algo que realmente no somos. El obtener dinero de manera falsa, es una ofensa que se paga con cárcel. . . Pero, ¿cuántas otras cosas se obtienen por medio de fingimientos y falsedades, para las cuales no hay castigo evidente, sino la condenación del Dios Todopoderoso? Sí, éste en verdad es un mundo triste, desalentador, y desmoralizador, en medio del cual nos hallamos ubicados; pero demos gracias a Dios, porque ya sea en un lugar u otro siempre hay un corazón en el que podemos confiar.

Los hemos probado, y sabemos que son sinceros. . . Este pasaje fue escrito hace ya muchos años, y

todos sabemos que la falta de sinceridad y honradez entre la gente y entre los gobiernos, ha ido en aumento diariamente. La sinceridad en las relaciones internacionales Refiriéndose a la necesidad de integridad moral, sinceridad, y honestidad de propósito, en las “relaciones internacionales, la firma de tratados, comprensión, convenciones y política internacional”,Pierre Le Comte du Noüy, autor de El destino humano, escribe lo siguiente:

“. . . En el momento actual, hemos llegado a darnos cuenta, que su eficacia depende completamente del carácter moral de los hombres que los han redactado o participado en ellos. Sabemos de documentos destinados a asentar las relaciones de dos países y el destino de sus habitantes, durante diez, veinte o treinta años, que se ha n firmado con gran pompa, y que muy comúnmente involucran so-lamente la responsabilidad momentánea de los firmantes y no son más que ‘pedazos de papel’ de corta vida.

“Mientras no haya una conciencia colectiva, prestando ayuda a la nación— es decir, los ciudadanos, n

o los gobiernos—responsables en conjunto por los compromisos tomados por sus representantes, los tratados seguirán constituyendo una tragicomedia, y es sorprendente que haya aún quien pueda ser su víctima. . .

“El problema de la paz es demasiado grave y complejo para ser resuelto por estos métodos superficiales. Sólo podrá solucionarse por acciones sistemáticas impuestas en la mente de los niños y por la imposición de rígidas estructuras morales, las que, ante la ausencia de la verdadera conciencia, instala-das lentamente, mostrarán ciertos hechos de carácter odioso. En los sitios en donde la dignidad humana tiene un carácter universal, será suficiente para garantizar el respeto a la palabra dada, y a los compromisos firmados y consecuentemente conferirá un valor verdadero a todo hecho o tratado. La paz que-dará asegurada sin esfuerzos, ya que cada ciudadano se sentirá moralmente responsable por el cumplimiento de los términos en los cuales se ha convenido. . . Toda promesa es sagrada “Se enseña a los niños a comportarse adecuada-mente en público, pero nadie ni siquiera sueña en hacerles repetir diariamente como una oración: ‘Toda promesa es sagrada. Nadie está obligado a hacer una promesa, pero quien no guarda su palabra pierde su honor, ya que comete un crimen imperdonable contra su dignidad; traiciona; se reviste de vergüenza y se e

xcluye así de la sociedad.’ “. . . Todo hombre debe recordar que el destino de la humanidad no tiene comparación y que depende en gran parte de su voluntad en colaborar en las tareas trascendentales. La lucha es la ley— siempre lo ha sido—

y la misma no ha perdido nada de su violencia al ser transportada del plano físico al espiritual; su propia dignidad, s

u nobleza como ser humano, debe emerger de sus esfuerzos para librarse de su propia esclavitud y obedecer sus más hondas aspiraciones. Y que nunca olvide que posee la chispa divina, que está en él, y que en sus manos está el descuidarla y dejarla morir o acercarse a Dios, mostrando su ansiedad de trabajar con El y para El. “La verdad y la honradez son leyes eternas ¿Cómo se puede obtener la paz y la hermandad universal, sin verdad y honradez por parte de los gobiernos y los individuos? Las mismas leyes de progreso eterno se aplican a todos los hijos de nuestro Padre Celestial. Tal requisito, de carácter universal, refleja la justicia divina. Solamente viviendo de acuerdo a los principios del evangelio, se podrá lograr la paz y la hermandad universal, y el alma del hombre podrá progresar hasta llegar a la eternidad
. Tal plan es necesario en el desviado mundo actual. Si los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creen, no simplemente piensan, porque la creencia es más fuerte que los pensamientos—”creemos en ser honrados, verídicos, castos”—y lo aceptan como parte de sus vidas, entonces sus actos alumbrarán delante de los hombres, para que ellos, al ver estas buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre Celestial.  Ruego que seamos honrados en todas nuestras acciones; que seamos honestos con nosotros mismos; nunca falseando nuestras propias convicciones, siendo fieles a la Iglesia; a los testimonios que poseemos.  El Señor nos ayuda en éstas y en todas las cosas de valor, que dan testimonio de la verdad.Fuente: Liahona, Enero 1967.

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