Reflexiones sobre el Dar a los Pobres

Por Walter Iván Cruz

El proceso de llegar a convertirse en un verdadero Santo de los Últimos Días no está exento de los desafíos diarios, que plantean ante nosotros preguntas éticas cuya respuesta no es fácil de deducir a primera vista, sino que éstas requieren de un análisis y meditación dedicados para vislumbrar la respuesta más adecuada. Vemos en las calles a mendigos e indigentes, e inmediatamente vienen a nuestra mente las enseñanzas de nuestros maestros de la Iglesia de socorrer a los pobres y necesitados. El dilema está cuando nos enteramos por medio de reportajes o por simple observación que algunas de estas personas que andan por la calle pidiendo dinero para satisfacer sus necesidades no son en realidad indigentes. El problema radica en saber cual es el mayor bien que podríamos hacer por ellos.

Hice una lista de unas cuantas citas de las escrituras y de líderes de la Iglesia que permitirán analizar cual es la posición, a mi parecer, más adecuada para este problema. Las iré analizando y luego, al final, haré un resumen de lo aprendido.

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Proverbios 21:26
“Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano.”

El autor de Proverbios nos habla aquí de la disposición o sentimiento de nuestro corazón al hacer un contraste entre codicia y dar liberalmente. Es obvio que la persona justa refleja esa rectitud al no escatimar la ayuda que es capaz de ofrecer.

Proverbios 28:27
“El que da al pobre no tendrá pobreza; mas el que aparta sus ojos tendrá muchas maldiciones.”

Hablando de las consecuencias de esta actitud, en esta escritura el autor de Proverbios hace hincapié en la bendición que recibiremos al tener una actitud de dar liberalmente: no tendremos pobreza. Es bueno recordar que esta pobreza no necesariamente significa no tener dinero, aunque se nos promete prosperidad si andamos en las vías del Señor.


Mateo 5:42
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.”

El Salvador nos indica algo interesante. Como parte del Sermón del Monte, esta indicación forma parte de un llamado a la santidad. El contexto del Sermón nos indica que, en el sistema divino, es preferible sufrir una injusticia que entrar en pleito y contención para obtener una retribución justa, porque al final, Él es quien dará a cada hombre según sus obras. Ojo que no es un llamado a la pasividad o a no defenderse, sino que ante los ojos de Dios es mejor dar al que pide que contender con él.

Mateo 6:1-4
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,
Para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”

Una de las cosas que veo aquí es que, en la esfera mortal en la que vivimos, nos será casi imposible no encontrar personas pidiendo limosna. Como es algo que no podemos evitar, el Señor nos pide que esta limosna sea dada en secreto, por diferentes razones: primero, si somos vistos de los hombres puede pensarse de que estamos haciéndolo por las razones incorrectas, como por ejemplo, orgullo, queriéndonos hacer pasar por mejores personas que otros. Segundo, no siempre se podrá ayudar a todos los pobres y necesitados, y el andar mostrando que se ayuda a unos y a otros no puede crear en los que no recibieron la ayuda malos sentimientos hacia la persona que da y hacia los que ya han sido ayudados.


Hechos 20:35
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.”

Una de las enseñanzas del Salvador que no encontramos en los Evangelios. La palabra bienaventurado quiere decir bendito, una condición interesante si se piensa en el hecho de que recibir bendiciones es una señal inequívoca de estar en la gracia de Dios.

2 Corintios 9:7
“Pero cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.”

La enseñanza que deduzco de esta escritura es que la cantidad a dar es independiente y única por cada persona. Nadie puede juzgar mi ayuda como mucha o poca, puesto que se debe dar con alegría, con buena disposición, ya que al hacerlo de otra manera se vuelve condenación para mí. Si yo presiono a alguien a dar puedo hacer que esa persona no lo dé de buena gana. Más bien debo persuadir y animar a otros, sin compulsión ni manipulación. Una vez que se entiende la doctrina, el corazón cambia.

Mosíah 4:16-18
“Y además, vosotros mismos socorreréis a los que necesiten vuestro socorro; impartiréis de vuestros bienes al necesitado; y no permitiréis que el mendigo os haga su petición en vano, y sea echado fuera para perecer.
Tal vez dirás. El hombre ha traído sobre sí su miseria; por tanto, detendré mi mano y no le daré de mi alimento, ni le impartiré de mis bienes para evitar que padezca, porque sus castigos son justos.
Mas, ¡oh hombre!, yo te digo que quien esto hiciere tiene gran necesidad de arrepentirse; y a menos que se arrepienta de lo que ha hecho, perece para siempre, y no tiene parte en el reino de Dios.”

Aunque lo parezcan, estos no son mandamientos en el sentido estricto de la palabra. El contexto del capítulo 4 de Mosíah dice que estas son las consecuencias naturales de hacer ciertas cosas como:

  • Creer en Dios (v. 9),
  • Arrepentirnos de nuestros pecados y pedir que Él nos perdone (v. 10)
  • Retener en nuestra mente la grandeza de Dios (v. 11)
  • Orar diariamente (v. 11)
  • Perseverar hasta el fin (v. 11)

La escritura continúa diciendo en el versículo 12: “si hacéis esto, [aquí viene un entonces tácito] siempre os regocijaréis, y seréis llenos del amor de Dios y siempre retendréis la remisión de vuestros pecados; y aumentaréis en el conocimiento…” En otras palabras, al hacer todas las cosas que Benjamín menciona anteriormente la persona que nace de nuevo, por sí misma, tendrá deseos de hacer esta otra lista de cosas que se mencionan a continuación en la escritura, o sea, socorrerá a los necesitados y no dejará que ningún mendigo se vaya con las manos vacías. Nadie la obligará sino que por sí misma hará estas cosas. Claro que Benjamín también conoce la naturaleza humana, e indica que debemos evitar que la imperfección mortal se interponga ante nuestros buenos deseos de hacer el bien.


Mosíah 4:22
“Y si juzgáis al hombre que os pide de vuestros bienes para no perecer, y lo condenáis, cuanto más justa será vuestra condenación por haberle negado vuestros bienes, los cuales no os pertenecen a vosotros sino a Dios, a quien también vuestra vida pertenece;…”


No se nos prohíbe juzgar; lo que tenemos prohibido es juzgar y condenar. Elder Oaks, quien es abogado de profesión, enseñó esto y citó Moroni 7:15-16 y Juan 7:24, afirmando el hecho de que sí podemos juzgar, pero para juzgar correctamente se necesita la compañía del Espíritu, puesto que el Espíritu Santo es Dios, y por lo tanto, es quien puede decirnos las verdaderas circunstancias e intenciones del corazón de las otras personas.

Mosíah 4:24-25
“Y además, digo a los pobres, vosotros que no tenéis, y sin embargo, tenéis suficiente para pasar de un día al otro; me refiero a todos vosotros que rehusáis al mendigo porque no tenéis; quisiera que en vuestros corazones dijiéseis: No doy porque no tengo, más si tuviera, daría.
Ahora bien, si decís esto en vuestros corazones, quedáis sin culpa; de otro modo, sois condenados; y vuestra condenación es justa, pues codiciáis lo que no habéis recibido.”

Es interesante ver que no es basta ser pobre para no dar, sino que lo más importante es la disposición del corazón. No todos los ricos son condenados, así como no todos los pobres irán serán exaltados. Algunos pobres, como vemos aquí, codician lo que no han recibido, y por lo tanto, están condenados.


Mosíah 4:27
Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden…”

Esta escritura es clásica. No podemos dar a los pobres el pago de nuestra casa, o el de los estudios de nuestros hijos, ni tampoco a sabiendas de que lo va a gastar en drogas o en el juego. Las cosas se hacen con prudencia, y hay un orden para hacerlas

D y C 42:30-31
“Y he aquí, te acordarás de los pobres, y consagrarás para su sostén lo que tengas para darles de tus bienes, mediante un convenio y un título que no pueden ser violados.
Y al dar a vuestros bienes a los pobres, a mí lo haréis; y se depositarán ante el obispo de mi iglesia y sus consejeros…”

Para mí, este es el verdadero orden de ayuda. Las ofrendas de ayuno y otras donaciones serán mejor administradas por la Iglesia, por medio de los líderes divinamente llamados por Él, y mediante los programas de comprobada eficacia a través del tiempo.

D y C 42:42

“No serás ocioso; porque el ocioso no comerá el pan ni vestirá la ropa del trabajador

Algunas veces, las personas son enseñadas a ser ociosas, y como se puede apreciar en esta escritura, el Señor no está complacido con ese tipo de personas. Ellos tienen que ganarse las cosas, asó como todos. En el Señor no hay ningún grado de injusticia: todos somos iguales, tanto de derechos como en responsabilidades.

D y C 56:17

“¡Ay de vosotros los pobres, cuyos corazones no están quebrantados, cuyos espíritus no son contritos y cuyos vientres no están satisfechos; cuyas manos no se abstienen de echarse sobre los bienes ajenos; cuyos ojos están llenos de codicia; que no queréis trabajar con vuestras propias manos!”

Otra escritura que para mí es explícita. Otra vez, no basta solo con ser pobres. Si es que no tenemos la actitud y la conversión apropiada, seremos condenados.

D y C 58:27

“De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia.”

Aunque puedo dar de mis bienes a la Iglesia, también debo ser un participante activo en crear, en este caso específico, nuevas formas de ayudar a los necesitados. También puedo unirme a grupos de ayuda civiles, o crear nuevas fuentes de empleo, salud y educación para satisfacer las necesidades de los demás. No hay que dar por dar, hay que enseñar a transformar el trabajo en riqueza.

La Primera Presidencia, 1978

“Nuestro propósito principal… era establecer tan pronto como fuera posible, un sistema mediante el cual se pudiera acabar con la maldición de la ociosidad, se abolieran los daños de la limosna, y que la independencia, la industria, la frugalidad y el autorrespeto se establecieran una vez más entre nuestra gente. El designio de la Iglesia es ayudar a la gente a ayudarse a sí misma. El trabajo ha de ocupar nuevamente el trono como principio gobernante en la vida de los miembros de la Iglesia”

Como hemos visto, la limosna trae daños a las personas que la practican. Algunas de estas personas se vuelven resentidas con la sociedad. Otras se vuelven ociosas, y prefieren extender la mano y pedir, y poner la responsabilidad de su sustento sobre los hombros de otros. Pierden su autoestima, y se vuelven capaces de hacer cualquier cosa por obtener lo que quieren, mientras esto no requiera mucho esfuerzo. Yo considero que esta es una carga que no deseo llevar. No puedo hacer este mal a otros. Mi responsabilidad consiste en ayudar a otros a levantarse a sí mismos, y una vez logrado, ellos ayuden a otros. De esta manera se puede alcanzar el ideal de Sión.

Conference Report, octubre de 1953, pág. 52, citado en Principios del Evangelio

Dios condena el recibir ganancia por medios perversos e indolentes. El presidente Spencer W. Kimball dijo: ‘Estoy convencido de que las personas que aceptan salarios o dinero sin proporcionar… el tiempo, la energía, la devoción y el servicio justos reciben dinero mal habido.’ También dijo que el dinero que se obtiene por medios impíos e indolentes, tales como el dinero robado o estafado, el dinero que se obtiene por medio de los juegos de azar (incluyendo las loterías), el soborno, el tráfico de drogas, la opresión de los pobres y cosas por el estilo, es un dinero mal habido.

El presidente Kimball definió la diferencia que existe entre el trabajo honrado y el trabajo que no lo es: ‘El dinero bien habido es el que… recibimos en pago de un día de trabajo honrado, un salario razonable por un servicio rendido con integridad. Es el ingreso que se recibe al hacer transacciones en las que todos se benefician. El lucro mal habido es… el dinero… que se obtiene por medio de la estafa, el robo… los juegos de azar, los comportamientos pecaminosos… el soborno y la explotación.” (itálicas y subrayado agregado.)

El Presidente Kimball era un hombre con visión, práctico y con un inmenso amor. Sé que debemos procurar obtener nuestro sustento de manera apropiada, tal y como lo sugiere el Presidente Kimball. Reconozco el hecho de la sabia manera en la que la Iglesia nos enseña a ser autosuficientes y buscar ayuda: primero, por nosotros mismos; luego, nuestra familia y círculo de amistades, y por último la Iglesia.

En resumen, estas son las conclusiones a las que llegué:

  • Debo tener la disposición de dar cuando se necesite.
  • Si doy de mis bienes no seré pobre, aunque esto no necesariamente signifique bienes materiales.
  • Ante el Señor es preferible padecer una injusticia que contender y tener malos sentimientos hacia otros.
  • Si voy a dar de mis bienes, tengo que hacerlo discretamente.
  • Es mucho mejor dar que recibir.
  • La cantidad de ayuda que se da es un tema personal entre la persona y el Señor, puesto que tiene que darse de buen corazón.
  • Si vivo una vida recta, como consecuencia querré bendecir la vida de otros, y de mi mismo nacerá el deseo de dar de mis bienes y servir a los demás.
  • Si tengo el Espíritu, éste me ayudará a discernir a quién, cómo, cuándo y cuánto dar.
  • No seré condenado si no puedo dar.
  • Tengo que dar con prudencia y orden. Debo aplicar el discernimiento y la inteligencia con la que Dios me ha dotado para ayudar de la manera correcta, en el momento oportuno.
  • La manera en la que el Señor ha dispuesto dar ayuda a los pobres es mediante las ofrendas.
  • No debo fomentar la ociosidad, antes bien, debo ayudar a otros a ser autosuficientes.
  • El Señor manda a que sea un participante activo en dar solución a los problemas del mundo, creando y usando los medios que Él me ha dado aquí.
  • Debo luchar para abolir los daños de la limosna.
  • Debo procurar que tanto otros como yo obtengan el dinero por medios lícitos.

Creo que la respuesta al planteamiento propuesto al inicio de este artículo incluye:

    1. Tener buena disposición para dar, lo que puedo obtener mediante el vivir una vida recta.
    2. No dar por dar. A veces la mejor forma de ayudar a otros no es dando directamente, sino ayudar a ganarse el sustento ofreciéndoles que hagan algo por el dinero que reciben.
    3. Usar el discernimiento y la guía del Espíritu Santo para saber a quién, cómo, cuándo y dónde dar.
    4. Ser un recurso para otros, creando fuentes de trabajo y desarrollo.
    5. Pagar generosamente las ofrendas de ayuno.

En los casos prácticos, ¿qué hacer cuando alguien te pide dinero para comer o para medicinas? Yo satisfacerla su necesidad inmediata y luego le proporcionaría ideas de cómo puede ganarse el sustento según sus posibilidades. Si no aceptan esa ayuda, entonces ya no depende de nosotros, sino de ellos. Solo en casos en los que la vida corre peligro yo intervendría sin esperar una respuesta de ellos, pero si no, por lo que he aprendido, el Señor no va a condenarme si no les doy dinero, pero sufriré muchas decepciones si no lo hago conforme a lo que Él ha revelado.