La mañana del día 15 de abril de 1846, William Clayton, un hermano que trabajó como secretario y transcriptor para el profeta José Smith y luego para Brigham Young, recibió la noticia de que su esposa, Diantha, había dado a luz a su hijo. Sin embargo, eso no sería lo único por lo que el Hermano Clayton recordaría ese día, ya que su alegría y su confianza en el Señor lo condujeron a escribir el himno ”¡Oh está todo bien!”
El Hermano Clayton estaba por esos días entre quienes viajaban al Oeste, y su esposa, debido al embarazo, esperaba en Nauvoo el momento adecuado para reunirse con él, por lo que en su viaje él constantemente se preguntaba cómo estaría ella y el bebé de ambos que estaba por nacer. Como la comunicación era muy difícil, Clayton no supo sino hasta varios días después de la llegada de su saludable hijo, y de las fiebres palúdicas y las paperas que aquejaban a su esposa.
En su diario, él escribió: “Esta mañana, compuse un nuevo himno: ¡Oh, está todo bien! – Siento ganas de agradecer a mi Padre Celestial por mi niño y de orar para que El guarde y conserve su vida y la de su madre, de modo que pronto podamos reunirnos otra vez.” (Diario de William Clayton. 1921, pg 19)
Este himno, como Clayton esperaba, brindó esperanza a los fatigados pioneros, recordándoles que su Padre Celestial estaba con ellos en su viaje; que al final, no importando lo que ocurra en el trayecto, ellos estaban en las manos de Dios y todo estaba bien.
Hoy, el himno continua inspirando, fortaleciendo, y elevando a los miembros de la Iglesia.
Heber J. Grant:
“Creo que William Clayton fue inspirado por el Señor cuando escribió este himno… Fue un maravilloso viaje el que los pioneros estaban comenzando… Tengo admiración por el corage, la fe y el poder de voluntad de nuestros pioneros que se hicieron al camino, no conociendo a donde se dirigían, pero cantando: ‘Santos, venid, sin miedo, sin temor, mas con gozo andad’. Este himno no fue sólo un buen consejo para aquellos que viajaron a través de las planicies, sino que es un buen consejo para cada uno de nosotros, en cada día de nuestras vidas. Un espíritu alegre, feliz, de serenidad, complace a nuestro Padre Celestial. La capacidad y la habilidad de creer y aceptar la escritura que nos enseña a reconocer la mano de Dios en todas las cosas (DYC 59:21) complace a nuestro Padre Celestial.”
Basado en el artículo “Come, Come Ye Saints” de www.children.ldsblogs.com y en el Capítulo 14 “Oh, está todo bien” de Enseñanzas de los Presidentes de La Iglesia: Heber J. Grant, pág 129.
Ultimos Comentarios